Continuamos mi periplo por el mundo commodoriano por donde lo dejamos, a mediados de los 80. Como le pasó a tanta gente, en las revistas del sector que entraban en mi casa (Commodore Magazine y Commodore World) se anunciaban muchos títulos cuyo prohibitivo precio hacía que fuera difícil comprar más que uno o dos al mes.
Así que recurrimos a los señores del parche en el ojo para obtener juegos a un precio más asequible. Gracias a la piratería pudimos cargar juegos como el peliculero Rambo, Commando, HyperSports (este casi nunca cargaba, pero como no tenía garantía...), el curioso Kawasaki Rythm Rocker, el adictivo Kung Fu o el Pitstop II, que en casa rebautizamos como "Scalextric" porque teníamos uno con los coches rojo y azul de seis ruedas y aquello se parecía, y al que le dimos mucha caña mi hermano y yo. Muchos de estos juegos venía con su trainer, es decir, su menú para elegir vidas o armas infinitas, lo que te evitaba el recurrir a trucos o pokes para pasártelos.
El datassete del C64, fuente de diversión y de algún que otro dolor de cabeza. |
Una de mis primeras compilaciones piratas en cinta, quitando las de Star, claro. |
En el plano puramente lúdico, la 1541 supuso la llegada a nuestro hogar de decenas de títulos que no solían venderse en formato disco en nuestro país, aunque en el Reino Unido, EE.UU. o Alemania era un periférico habitual (aquí reinaban las cintas de cassette, un soporte que muchos parecen venerar ahora, olvidando los dolores de cabeza, dudosa fiabilidad y tiempos perdidos en largas cargas que nos hacían sufrir). Todos, absolutamente todos, piratas, claro. Y así llegaron el magnífico Samurai Warrior, el Colossus Chess (en casa tuvimos fiebre por el ajedrez durante unos años), los adictivos y deportivos Summer Games I y II, el gran Target Renegade, las conversiones de Pacmania o Wonderboy o el que para mi es el mejor juego de fútbol creado nunca para el C64 y al que nos enganchamos tanto en casa que nuestras notas escolares se resintieron por su culpa: Microprose Soccer. Los juegos cargaban más rápido (tecleando el conocido LOAD "*",8) y pocas veces fallaban.
Respecto a los joysticks, nuestro 1311 duró poco, por lo que adquirimos un par de los famosos QuickShot II, que si bien tenían un diseño muy atractivo y un autofire útil en muchos shoot'em-ups, ciertamente duraban bien poco. De vez en cuando mi padre cogía los "microinterruptores" (por llamarles de alguna manera) supervivientes del viejo 1311 y los colocaba en nuestros QuickShots -en una operación que él llamaba "desvestir a un santo para vestir a otro"-, pero cuando se agotaron, decidí seguir las instrucciones de una antigua Commodore World que explicaba cómo crear tu propio gamepad y creé uno casero, pero aquello no era lo mismo que una palanca y no nos acostumbramos nunca. Por fortuna dejamos de sufrir cuando en 1991 mi padre nos compró en Barcelona un par de MHT Ingenieros que serían ya nuestros últimos joysticks para la panera. Tenían un diseño robusto, resistente y muy ergonómico, dos botones de fuego y unos microinterruptores que, con el adecuado mantenimiento periódico (uséase, limpieza de contactos), eran prácticamente eternos.
Los gamepads también estaban disponibles para el C64, y los podías hacer tú mismo. |
De hecho, este modelo me gustó tanto que, cuando tuvimos un PC en casa, lo volví a comprar pero para estas máquinas, aunque no funcionaba igual de bien, ya que había que calibrar los ejes XY continuamente o perdía precisión.
En el próximo capítulo: el teletexto y los intercambios, y más revistas.
Salu2, Paco.